¿Átomos o moléculas?

En la atención del colectivo de personas con discapacidad en España, han ejercido un papel fundamental las asociaciones y fundaciones, las cuales estaban constituidas en la mayoría de los casos por familiares de estas personas. Este papel clave que jugaron las asociaciones de discapacidad como grupos de ayuda mutua desde la 2ª mitad del Siglo XX y, principalmente, desde la transición democrática hasta nuestros días, se ha desarrollado en dos vertientes distintas y, podría decirse, paralelas: por un lado, una vertiente asistencial (ya que la atención de las necesidades del colectivo no era cubierta por el Estado) y otra, reivindicativa (de reconocimiento de derechos y visibilización de las personas con discapacidad). Si se realizara un análisis exhaustivo de cómo se configuran en la actualidad dichas organizaciones y cómo ha sido su evolución desde que se fundaron las primeras entidades, podríamos tener un completo panorama de cómo se conforma el tejido asociativo de las personas con discapacidad. Algunas características han sido su especialización en función del tipo de discapacidad y el papel que las familias juegan en la prestación de apoyos según el tipo de discapacidad. Las asociaciones de discapacidad se han desarrollado de un modo cada vez más segregado y atomizado de acuerdo a la especialización por tipos y subtipos de discapacidades. Así, valga el ejemplo de las entidades de discapacidad intelectual, surgieron asociaciones específicas de síndrome de Down o de Trastornos del Espectro Autista (TEA). A su vez, estas últimas, se empiezan a disgregar entre aquellas que se refieren al síndrome de Asperger, aquellas que se refieren al síndrome de Rett, etc. El contenido común que les une, la discapacidad, se difumina. De tal forma el movimiento asociativo en el mundo de la discapacidad es cada vez más reducido y disperso, organizado en base a la asistencia y atención a las limitaciones funcionales de las personas y no en base a las situaciones de desigualdad que experimentan conjuntamente como colectivo. El reconocimiento de derechos de las personas con discapacidad en España, así como su visibilidad social, ha crecido al mismo tiempo que las organizaciones de apoyo, prestación de servicios y defensa de derechos han aumentado en número, se han diversificado e incluso, puede afirmarse, se han atomizado. La menor dimensión de las asociaciones reduce la productividad respecto a sus homólogas y les impide crear tanto empleo. Está comprobado que las entidades más grandes son más sólidas, resisten mejor la crisis y hacen de efecto tractor de otras más pequeñas. El tejido empresarial español se encuentra formado por 3,24 millones de empresas activas, de las que tan sólo el 0,7% cuenta con más de 50 trabajadores, frente al 3% de Alemania o el 1,2% de media de la Unión Europea. El hecho de que nuestras asociaciones sean más pequeñas no supone solo que presenten una labor social menor, que por supuesto lo hacen, sino que tienen una productividad y una competitividad inferiores a las mayor tamaño. Alumbrar sinergias o incluso fusiones entre asociaciones puede generar infinidad de beneficios de representación, acción y defensa de las personas con discapacidad y sus familias, que superen la atomización y dispersión que caracteriza a la discapacidad organizada. Unir asociaciones no tiene por qué significar desnaturalizar su misión asociativa que puede y debe permanecer como un valioso activo. El objetivo principal de la reversión de la situación es la optimización de los recursos públicos y privados, ampliación de servicios, así como el aumento de la influencia social y política. Frente a la atomización asociativa, apostamos por un modelo “molecular“: átomos unidos por fuertes enlaces que forman nuevas estructuras más complejas, eficaces, estables, sólidas, polivalentes, eficientes, innovadoras, influyentes, solventes y sostenibles. Este es el modelo en el que creemos y en el que pretendemos avanzar para construir un mejor futuro para las personas con discapacidad intelectual de Almería
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