La virtud de la medalla

La británica Cruz Victoria está considerada la medalla militar más codiciada, respetada y solvente del mundo. Premia actos de suprema valentía y autosacrificio en presencia del enemigo. A los más valientes de los valientes. No se gana ni por antigüedad, ni por servicio, ni por enchufe. Se calcula que la posibilidad de sobrevivir a un acto acreedor de la Cruz Victoria es de una entre diez. Bajo su fría y sobria superficie duermen algunas de las historias de coraje humano más asombrosas de todos los tiempos.
Nadie en su sano juicio arriesgaría la vida para conseguir una cruz de bronce con la que decorar un traje de gala. La medalla no es un fin en sí misma para nadie, o no debería de serlo, más bien es el resultado natural de un entrenamiento castrense, de una voluntad firme y forjada en la batalla, del respeto por los compañeros y del amor a los compatriotas.
A título personal una medalla como la Cruz Victoria debe ser algo así como una alarma en el móvil que te recuerda todos los días de lo que has sido capaz, un espaldarazo de autorrealización o un pichazo de íntima satisfacción. En definitiva la materialización de un reconocimiento público, e histórico que te puede cambiarla vida.
Pero paradójicamente el mayor rédito que se obtiene por esta medalla que es personal y exclusiva, es en el ámbito de lo social: el ejemplo perdurará por décadas y servirá como un modelo a imitar que inspirará a miles de jóvenes para que se esfuercen y se sacrifiquen para ser tan valientes como el condecorado. Esto no repercutirá solo en una brigada, ni en una división, sino en todo un ejército, y por supuesto en el orgullo de un país al conocer que uno de sus “hijos” ha puesto su vida en juego para defender sus intereses, en muchos de los casos, allende los mares.
Para ASPAPROS la prestigiosa acreditación Calidad Plena en su nivel Calidad, que la asociación recibió de manos de Plena Inclusión el pasado mes de octubre, es nuestra particular Cruz Victoria. Es una acreditación exclusiva, sólo la poseen otras 5 entidades en toda España, de las cuales sólo una de ellas es andaluza. No hay ninguna puerta de atrás para conseguirla, tienes que cumplir unos escrupulosos requisitos. Premia la valentía y el sacrificio, únicos medios para superar un proceso de lustros de transformación asociativa, años de preparación y meses de autoevaluación.
Nuestro objetivo nunca fue la acreditación en sí misma, sino las personas de ASPAPROS, pero hay que reconocer que ha elevado nuestra autoexigencia y validado nuestro camino hacia la excelencia; nos ha hecho mejores servidores de las personas con discapacidad intelectual.
Internamente, nos ayuda a dar coherencia y continuidad a lo que hacemos y a lo que decimos que queremos hacer. Nos ayuda a ser constantes y aporta rigor a nuestro discurso y a la aplicación práctica de nuestros principios. Externamente, nos ayuda a visibilizar ante terceros (administraciones, sociedad, etc.) que nuestra vocación por la Calidad en su sentido más amplio es real y está validada y avalada por una organización de la solvencia de Plena Inclusión.
Esta acreditación además sirve para reconocer a nuestros profesionales, familias y personas por su trabajo y dedicación; y a partir de ahí, seguir trabajando con el orgullo de sabernos reconocidos, pero a la vez con la humildad de saber que tenemos mucho que aprender y seguir mejorando.
La “Cruz Victoria de Plena Inclusión” es para ASPAPROS una gran responsabilidad al convertirnos en referentes en apoyos y lucha por los derechos de las personas con discapacidad intelectual y sus familias. Responsabilidad que asumimos con agrado y que servirá para continuar en un proceso constante de mejora. Ahora más que nunca somos un ejemplo de cómo generar impacto en la calidad de vida de las personas y de compromiso ético de la organización. Ojalá que en virtud de la medalla, sirvamos de inspiración y aliento a muchas personas.

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